Zass y me volví a dar de morros contra la pared, pero esta vez el golpe no conseguiría derribarme o al menos eso esperaba.
¿Cómo podía ocurrirme esto otra vez? Había caído dos veces en la misma trampa.
Mis amigas aparecieron de repente y mientras todo me daba vueltas escuchaba una multitud de preguntas a mi alrededor, pero cerré los ojos y me dejé llevar por la tranquilidad. Cunado volví a abrirlos estaba tumbada sobre un sofá, en una habitación enorme y que no me sonaba para nada.
De repente escuché una voz familiar, era Maite una de mis amigas, pero a decir verdad con la que menos contacto tenía.
-¿Cris que tal estas? ¿Qué te ha pasado?
-Es una historia demasiado larga, prefiero no pensar más en ello.
-Esta bien no te preocupes mi casa es toda tuya si necesitas algo tan solo llama, yo estaré en mi cuarto, tú sigue descansando.
-Muchas gracias, no te preocupes más por mi.
Volví a tumbarme en el sofá, pero esta vez puse un rato la tele quizás ver algo divertido me alegraría . Tan solo había un par de películas, no tenían muy mala pinta pero llevaban un buen rato empezadas así que decidí ir en busca de Maite para que me dejara el ordenador.
Su casa era enorme pasillos y más pasillos, incluso tenían sala de juegos, pues sí que conocía poco de Maite, pensé.
Seguí avanzando y llegué a la parte de los dormitorios, ya podía ver claramente la puerta de su habitación, estaba pintada de rosa, y tenía su nombre pintado con colores muy vivos, algo muy propio en ella. Pero justo cuando pensaba entrar escuché una voz proveniente del cuarto de al lado que llamo mucho más mi atención.
Era una voz masculina, pero no la de un adulto más bien la de un adolescente, me sentí muy atraída por ella y sin darme cuenta me acerqué a esa puerta y antes de que pudiera reaccionar esta se abrió y lo único que pude sentir fue unos dulces ojos azules que me miraban con atención y una sonrisa pícara, que me dejó sin aliento…
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